
Con la llegada del invierno las hojitas empiezan a caer silenciosa, lentamente, dibujando arabescos, pirouettes y pas de deux en su descenso. Las aceras se colorean de naranja, rojo, amarillo, y los niños juegan a coleccionar semillitas y hojas diversas.
A veces llueve, a veces hay ventiscas, a veces hace frío, a veces todo está en calma, a veces el día es tremendamente hermoso.
En Cuba no hay otoños así tan coloridos. Yo extraño no obstante el verde-rojo constante de los marpacíficos del jardín. Ya me olvidé de la forma de las hojas. Los pinochitos en la nariz siguen siendo un dulce recuerdo infantil.
Hay, tengo que venir por aca con mas tiempo... ando apurada y me he quedado con deseos de seguir leyendo, asi que no cierres la ventana que pronto vuelvo,
ResponderEliminarUn abrazo!