Fui un día con los niños al Zoológico de 26, cómo no, pero mejor ni les hago el cuento. Hacía como 30 julios que no iba por allí. Ya no es el Zoológico de mi infancia...
Sólo les dejo un hint: la niña me preguntó por qué los flamencos no eran naranjas como los de Berlín. Y yo miraba los cuellos largos desplumados... y el agua....
20 años son muchos, Gardel. 50, más.
La niña, sin embargo, fue feliz.
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Un poco pena, lo de los animales encerrados..
ResponderEliminarBEsos
Los chicos siempre ven el loado positivo de las cosas en este caso de los paseos, deberiamos aprender mas de eso.
ResponderEliminarSerá una leyenda urbana que durante los duros veranos de principios de los 90, la gente de La Habana entraba como nijas y se robaba las cabras montañezas y los antílopes del zoo de 26 para asarlos y comer? Qué historias! Una vez me contaron que se habían comido al mismísimo león! Con lo viejo que estaba! Ni para hacer croquetas!
ResponderEliminarOtra broma con ese zoo era que te preguntaban: has visto las jirafas?
Y la gente las había visto! Cosa curiosa, porque no había jirafas en el zoo de 26! jajaja! Lo que es la mente!
Muy gratos recuerdos de mi infancia, y desde luego, una pena que los animales estén en esas condiciones. Ahora los zoológicos han cambiado, los animales están sueltos y los visitantes entre rejas, en transportes adecuados... me parece en todo caso mucho mejor.
Un apena!! Pobres cubanos, pobres animales!!
ResponderEliminarSi no hay respeto para el ser humano; que va a quedar para los animales?
ResponderEliminarYo tambien oi historias fidedignas de cebras y cabras robadas para comer. Las doy por seguras; de nuevo, si en Centro Habana no quedo un gato callejero vivo en los peores anos noventa, en pleno periodo especial, un bistec de cebra debe haber sabido a gloria.