En mi perfil de Facebook he publicado a lo largo de más de tres años, muchísimas fotos que he hecho personalmente. De Cuba, de Alemania, de otros países que he visitado... Las más comentadas son, sin embargo, las fotos del álbum "Comida cubana en Berlín". Oye, cada vez que subo alguna, le abro el apetito a Facebook entero si pasara por allí...
A veces lo pienso dos veces antes de subir fotos tan apetecibles y seductoras, sobre todo en los días en que noticias de corte muy diferente copan las redes sociales, en especial las relacionadas con Cuba. Y es que, entre una protesta en el Parque de la Fraternidad, las denuncias de y el acoso policial a disidentes, la madre de Alan Gross pidiendo la liberación de éste (que ha perdido 45,4 Kilogramos desde que está en la cárcel castrista) y un plato de comida cubana, pues no quedan muchas opciones para priorizar adecuadamente qué publicar y qué, mejor, no.
No obstante publico las fotos de mi comidita cubana de cuando en vez y constato cómo la gente, también, tiene interés en tales "noticias". Porque en realidad, y sobre todo enfáticamente por parte de la dictadura de los Castro, al que disiente se le despersonaliza, se le tacha de autómata y se le confina al saco de lo antisensorial, lo insensible, lo cruel, lo inexpresivo, lo visceral, lo frío, objeto.
Qué saben ellos, ni les interesa siquiera, si una instruye a personas con más nivel cultural y profesional que el que ellos mismos ni imaginan, lee libros cuando otros duermen, ríe de felicidad por las ocurrencias de sus hijos o atiende una familia, una casa, una profesión y una vida, tan intensas, multifacéticas, llenas y ricas como envidiaran ellos a escondidas.
Los gusanos, contrarrevolucionarios, mercenarios, pagados por el Imperio, agentes de la CIA, como acostumbran a vomitar a toda voz contra quienes se les oponen, no respiran, no se inmutan, no tienen vida privada, no sufren, no extrañan, no lloran, no tienen sentimientos, no son personas. "Ellos" sí, sin embargo.
Y no sólo ellos, por cierto, pues hasta los metidos en el mismo saco maléfico que no merecen, esperan de una que una solamente publique lo disidente, lo top news, lo impersonal. ¡Y lo bravos que se ponen cuando se cambia el tema a uno absolutamente terrenal!
Por eso me encanta leer los comentarios a las fotos de mi comidita cubana (que no cocino yo sola, aclaro) y comprobar con qué desenfado y familiaridad se desencadena el intercambio posterior. La gente tira un cable a tierra, y yo. Constata que, del lado de acá, hay una persona tan "persona" como cualquier otra. Se acerca más al asunto de que, quien llama gusano a otro, por ejemplo, no tiene más que podredumbre en su cabeza, por tanto gusanos que le corroen el cerebro, el alma. No sé a otros, pero escribiéndome la palabra gusana en el idioma que les dé la gana o vociferándola con el tono de voz que más sarna les dé, no hacen sino echarme a reir. El sayo no me sirve, no me inmuto, no me afecta en lo más mínimo, no me siento como tal, estoy vacunada contra tanta rabia y resentimiento.
A ellos, indiferencia y platos deliciosos que componen los menúes que como a diario. Cubanos, cubanísimos ¡y tan lejos de Cuba! Exquisitos como anhelaran tener en la mesa de su casa. Pero son tozudos... no crean: sólo repiten. Se dejan despojar de lo humano para defender lo inmaterial, lo abstracto, lo ficticio, lo que ha demostrado que no tiene futuro.
¿A quiénes se despersonaliza entonces? O, mejor dicho-escrito, ¿quiénes se dejan despersonalizar?
[En el menú de la foto:
Albóndigas de carne (¡de carne de verdad!), calabaza con mojo, arroz blanco, plátano fruta y ensalada de pepino y tomates. Para acompañar, aunque no parte de la foto, jugo de guayabas.]
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