viernes, 28 de agosto de 2009

De aeropuertos, paranoia y blogs

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Ya les conté hace unos días por las que pasé en el aeropuerto internacional José Martí cuando entré a Cuba en julio pasado. Por cierto, ese post La Aduana de Cuba extorsiona y discrimina a los cubanos ha sido uno de los más visitados y comentados en este modesto blog y no tiene aún un mes de vida en la blogósfera. Y yo me alegro, porque así más personas se enteran de lo que pasa o les espera en un aeropuerto cubano, a los cubanos. Pues bien, me quedan otros cuentos de los tipos "antes" y "durante" pero el de hoy es del tipo "después": de nuevo en el aeropuerto, pero a la salida de Cuba, de regreso a Alemania. ¿Por dónde empiezo?

Cuando fui a Cuba claro que también quise conocer personalmente a Yoani Sánchez. Al menos saludarla por teléfono y darle mi apoyo bloguero fue algo en lo que pensé desde que me decidí a viajar a ver a mi familia, a cuya gran mayoría no veía desde hacía 6 años (poco tiempo para algunos; mucho para otros; demasiado para mí y los míos). Se "sobrecumplieron los planes": tuve la grata experiencia de haber compartido con Yoani en dos ocasiones, casi dos horas cada una de ellas. Hablamos muchísimo sobre variados temas blogueros y hasta de exhibicionismo, pues en el muro del Malecón habanero se nos pegó uno que se acariciaba insistentemente "lo suyo", abajo en los arrecifes, del que pensé yo al principio que nos estaba siguiendo. Ustedes saben eso de la paranoia lo dañina que es...

También pude conocer personalmente a otros dos bloggers alternativos, con cada uno de los cuales pasé un rato también inolvidable. Sin embargo se me quedaron algunos a los que no pude ver... Ya será para la próxima. Me hubiera gustado pero el tiempo se me escurrió de entre las manos como agua.

No así en el aeropuerto al salir: aunque me despedí de la familia con holgado tiempo de antelación y pasé por los controles de pasaportes y a la pecera quedando más que suficiente para que saliera el avión, las autoridades de la Aduana me retuvieron en una oficina por más de 40 minutos. Sin dar explicación alguna, sin avisar, sin ponerme al tanto del por qué lo hacían, sin importarles que iba con dos niños chiquitos, sin importarles un carajo (perdónenme la frase) lo que significa separarse una vez más de la familia y lo que uno siente en esos momentos, me llevaron para un pequeño local, con basura en una esquina a falta de cesto apropiado, el piso sucio, (oh, por Dios, ¡pero tenía aire acondicionado!), dos mesas y cuatro inspectores/guardias/oficiales/segurosos/quéséyo revisando a otro cubano (está de más decirles/escribirles que por supuesto, of course, natürlich, eso les pasa en Cuba solamente a los cubanos) y confiscándole dinero que sacaba del país en una cantidad superior a la permitida por las autoridades aduanales (aunque tenía doble ciudadanía y residía temporalmente en otro país, pero eso a quién le importa) así como su carnet de identidad cubano.

El show completo con mi compatriota "me lo disparé" sin comerla ni beberla, sus quejas, sus protestas, el mal humor de los controladores, la falta de conocimiento de las mismas leyes que querían poner en práctica, la sinrazón, la terquedad y la prepotencia conque trataron al viajero cubano, pues la Aduana de Cuba no respeta la privacidad para nada (si fuera ella sola...).

A mí me hicieron dar (¿a la salida del país?) los mismos datos que debían estar ya en sus archivos: dónde me había quedado, dirección y nombre de las personas que allí vivían, cuándo entré al país, cuándo fue la última vez que lo hice antes de ésta, cuándo salí de Cuba y por qué, etc., etc., etc. Una vez terminado, subieron todo mi equipaje de mano a una de las mesas (en la otra todavía estaba el otro cubano) y lo revisaron minuciosamente, bolsillo por bolsillo, volcando todo encima de la mesa, lo mismo juguetes de los niños, que lima de uñas, que almohadilla sanitaria, que cámara fotográfica, que... todo, para qué detallarles todo lo que yo llevaba en mi cartera y una mochila. Ah, repito, sin explicar por qué ni para qué ni nada de nada. Y cuidado con preguntar, que estás en terreno peligroso...


La persona que revisó mis pertenencias separó la camarita fotográfica, dos tarjetas de la misma, un estuche con DVD's de películas infantiles y CD's de música, una memoria flash y mi MP3 player. Lo cogió todo y se lo llevó "para revisar en otro lugar". A mí me dijo que me sentara. Ah, los niños ahí conmigo, claro, y, como niños al fin, intranquilos y cansados (ya era de noche).

Me puse a pensar hasta del mal que me iba a morir, yo, ellos. En que sí que me debían haber seguido o "fichado" en cualquiera de mis salidas después del primer encuentro con Yoani, en que las pocas veces que hablamos por teléfono fueron suficiente para que circularan el número de mi casa (de mis padres), en lo que tenía yo en todo lo que se llevaron para revisar: fotos, documentos personales, cosas de la blogosfera, etc., etc., etc. Miraba al reloj sin mostrar mucha preocupación (¡ya debía estar subiendo al avión!), trataba de calmar a los niños y de reirme con sus ocurrencias, volvía a pensar en los por qués y en los por cuántos, en fin, no le deseo a nadie esos minutos de temor, miedo, odio, impaciencia, incomprensión, que pasé. El avión debía estar arrancando motores ya. Se iba sin mí, me dejaba en Cuba. Y mi familia, afuera, ajena a todo. ¿Me meterán presa? ¿Por qué?

A los 40 minutos se apareció la persona que se lo había llevado todo. "¿Algún problema?", le pregunté. "No, no, guárdelo todo". "¡Y rápido, que se me va el avión!", le dije yo. "Yo le ayudo, espérese", y cargó al niño, que cuando se vió en brazos de una persona extraña arrancó a gritar y a llorar, y yo escaleras arriba tratándo de calmarlo a distancia y pensando en escenas de películas donde les arrebatan los hijos a sus madres, viendo la cara de horror de mi hijo, con mochila a medio hombro, la cartera ni sé dónde, las tarjetas de embarque en una mano y la niña de la otra, pobrecita, sin entender por qué mami corría tanto y la halaba así.

Al subir los casi 20 escalones cargué al niño yo y no sé ni cómo llegué corriendo, tropezando con cuanta persona me obstruía el paso hasta llegar a la puerta de salida al avión. Estaba atrasado, a esa hora estaba subiendo la gente a la nave. ¿Lo habrán atrasado a propósito? Fue lo único que pensé. No respiré tranquila hasta que puse un pie en mi casa en Berlín.

A los de la casa en Cuba les hice el cuento al día siguiente, por email. Se les erizaron los pelos. Mi mamá me escribía un par de días después:

Hija, pues sí que estoy preocupada, no tan solo por lo que pasó, sino por lo que pudiera pasar, me parece que te estas metiendo en camisa de once varas, ¿vale la pena?, ¿resolverás algo?, y creo que estás arriesgando la posibilidad de volver a verlos, sobre todo aquí de nuevo, o en un futuro, allá, por el camino que vas, lo veo muy difícil, me daría mucha tristeza que eso sucediera, porque ya nosotros estamos en cuenta regresiva y en estos momentos para nosotros lo más importante son mis nietos, hijos y demás familiares, lo demás pasa a un segundo plano, y hasta ahora no hemos tenido dificultad para verlos. Sobre esto, no es necesario decir más nada, sólo quería que supieras lo que pienso.

Entiendo la preocupación de mi mamá. Las familias cubanas son las que más han sufrido con las separaciones y la emigración en los últimos 50 años. La mía es una de ellas. ¿Sabía Ud. que casi un 20% de los cubanos se ha ido del país? (regla de tres facilita: "afuera" somos más de 2 millones y "adentro" viven 11).

Y yo me pregunto: ¿tuvo que ver todo eso en el aeropuerto con los encuentros con Yoani, con mi persona o con mi blog?, ¿entonces no es paranoia todo lo que pensé y me pasó?, ¿vale la pena seguir con el blog y con lo que hago relacionado con él y con la blogósfera cubana?, ¿resolví o resolveré algo con todo esto? De verdad, ¿vale la pena sacrificar horas de sueño y descanso, futuros contactos con la familia o incluso la estabilidad que ahora tengo por uno o varios blogs, por alguna causa en especial?

Un sólo "sí" a alguna de las preguntas anteriores ya es un motivo para no dar marcha atrás. Y en mi caso todas las respuestas son afirmativas. No soy ni heroína ni líder ni quiero siquiera. Soy sólo una bloguera cubana más. Mami, mientras más seamos, mejor. Ese miedo hay que traspasarlo de persona: que tengan miedo "ellos".


¿Que crees tú?

[Relacionado también: 10 enseñanzas que me dejan los blogs y Por qué creo en los blogs]
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