domingo, 28 de octubre de 2007

Ni los plátanos ni los tomates saben igual

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La primera vez que entré al supermercado cerca de la nueva casa me quedé tan asombrada de todo lo que había en las vidrieras y estantes, que creo que estuve soñando una semana completa con él. Esa primera vez me la pasé caminando, sin darme cuenta, con los brazos agarrados en la espalda, como hacía cuando niña en la escuela en la fila del comedor o cuando nos llevaban a un museo, donde sólo se estaba permitido mirar.

A mi lado iban y venían los alemanes y las alemanas con los carritos cargados de tantos envases de colores diversos, que al salir yo me sabía una poca cosa con mi jabita con dos plátanos de fruta y dos tomates para la comida. Tuve que expiar lo que hacía una señora no muy lejos de donde yo estaba parada, para ver cómo ella escogía dos rabanitos y los metía en una jabita de nylon, los pesaba y los echaba en su carrito de comprar. Dos rabanitos? pero si yo estoy acostumbrada a comprar en cantidades! Aunque bueno, por qué no escoger dos plátanos y dos tomates (y no una mano de plátanos y una jaba de tomates) y así tener motivos para venir más seguido por este hermoso lugar?

Los estantes de las frutas y los vegetales eran un sueño, parecían sacados de una foto.... Todos tan lindos, tan grandes, sin una manchita, y menos aun un granito de tierra. "Qué equipos y fábricas tan inmensas y automatizadas deben tener esta gente!", pensaba yo.

Traté de seguir con la vista, y con los pasos, lo que hacían los demás, y al poco rato estaba en la caja pagando mi compra. Todo el viaje de regreso a la casa pensaba en los surtidos estantes y en los interminables pasillos que descubriría al día siguiente... Si hacía frío no me enteré en el recorrido; sólo noté los dedos entumidos cuando fui a buscar la llave para abrir la puerta de entrada.

Llegada la noche preparé mi comida, piqué, con pena, los dos hermosos tomates (yo los hubiera dejado de adorno) y puse la mesa, plátanos incluidos.

Qué decepción al probar la masa roja, jugosa, de mis dos hermosos vegetales! No sabían a nada! Tampoco los plátanos! Más sabrosos son los que se dan en el patio de mi casa (de la casa de mis padres) en Cuba!

Unos años después fui de vacaciones al país donde mejor se dan los tomates y los plátanos... Al verlos, qué feos y chiquitos los encontré... Al probarlos, cuánto añoré los que comía en Berlín!

Los desarraigos del sentido del gusto pasaron por mí sin yo pasar por ellos.
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4 comentarios:

Al Godar dijo...

Es cierto que ni saben igual aqui ni saben igual allá cuando regresas.
Ya perdimos para siempre esos platanos, tomates y todo lo que teniamos.

Ivis dijo...

Es cierto son frutas con sabor a recuerdo. Saludos!

Anónimo dijo...

Yo ni me acuerdo ya del sabor de Cuba. Ya no puedo hacer comparaciones, pero dicen los más viejos, que la carne de puerco en Cuba es más sabrosa que la se compra aquí, en USA. Supongo que lo demás sea igual, pero ya no me acuerdo.

Aguaya dijo...

La carne de puerco es otra, es verdad. Yo he logrado cambiarle aaaaalgo el sabor a la de aquí cuando la dejo adobada con limón y ajo de un día para otro en el refrigerador. Yo no, mi esposo, que es el chef de cocina en la casa... ;)