domingo, 25 de noviembre de 2007

Regresar no está hecho para corazones blandos

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Muchas veces me sorprendo imaginando un regreso al país donde nací. Desde que preparo las maletas, me monto en el avión y paso por la Aduana al llegar, hasta que el Lada viejo de mi padre entra a la casa y yo me bajo del mismo...

Las maletas son el primer problema. Una no duerme pensando en qué llevar, qué está de más, qué falta, cuánto me van a cobrar por el sobrepeso (aquí y allá). Por ahora no puedo ir; ejercicio suficiente preparando maletas lo he tenido con mis padres y mis suegros cuando nos han visitado.

Montarse en el avión no es gran cosa, ni chequear las maletas ni acomodar el equipaje de mano en los compartimientos encima de nuestras cabezas, tampoco. Siempre me pregunto cuán seguros son los cierres de los mismos. Ya una vez vi cómo uno se abrió y dejó caer su contenido en un asiento vacío.

La Aduana, las miradas, las preguntas, las explicaciones, los rayos x, las próximas preguntas, las próximas explicaciones, la estera, la puerta de salida, las mesas antes de la puerta de salida, las otras preguntas, las otras explicaciones, al fin la puerta de salida... Uffffff, ya he pasado por eso varias veces, no sólo al llegar a Alemania, con una Visa para prácticamente toda la Comunidad Europea, sino también para regresar a mi país, con una visa para esa única isla, siendo ciudadana de la misma...

Van a hacer cinco años que no puedo ir. Hay quien lleva mucho más pero los míos son los míos. El corazón empieza a acelerarse cuando voy llegando al barrio, cuando me bajo del Lada, cuando entro a mi casa (mi casa? para mis padres y para mí, sí), cuando saludo a mis perritas, cuando abrazo a mi hermano, cuando me tiro en el frío piso de granito de la sala, bocaarriba, para estar más cerca del lugar donde viví mi infancia y mi juventud, cuando toco y veo de cerca que no sólo las personas envejecen: la casa, la ciudad, Cuba también.

Es difícil no evitar desarraigos provocados... A dónde pertenezco entonces?
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3 comentarios:

Ivis dijo...

Me ha encantado. Hay que ser muy fuerte para no deprimirse en un viaje de regreso.

Anónimo dijo...

Hey, hace treinta y seis años que me fuí de Cuba y sólo he regresado dos veces, la última en 1999, precisamente. Tantos años y todavía estoy desarraigado. Creo que mejor me hubier ido para Alemania!

Aguaya dijo...

36 años! Eso es muuucho... qué esperanzas me das si sigues desarraigado!!! Yo creo que me pasará como con el idioma Alemán, ni los alemanes lo dominan perfectamente, qué se va a esperar para mí?