
En esa oficina impera la filosofía del no. Muy rara vez le responden a una alguna pregunta cortésmente. Sonrisas allí no tienen nada que buscar. “No es no. Averígüelo en otra parte. Aquí no estamos para aclarar dudas”. Así me dijeron una vez, en voz alta además... pensarían que como no hablaba bien el Alemán pues que era sorda o algo por el estilo. “Yo oigo bien, señor, lo que sucede es que no hablo su Alemán como usted”, me dieron ganas de decirle, pero bueno, mi Alemán no llegaba a tanto en aquel entonces.
Hoy tuve algo de suerte pues nos trataron muy bien, o mejor dicho, no nos trataron mal. Me sentí persona. Además, las paredes estaban acabadas de pintar, algo que de verdad me extrañó después de tantos años.
Por más que lo intento no puedo desarraigar la repulsión a tener que ir a extender mi Visa.