A poco de llegar a este país le decía a una amiga: "Viviendo aquí me mal acostumbro: cuando regrese a Cuba, y mientras más tiempo transcurra, todo me va a parecer un desastre". Así ha sido, no me equivoqué ni una micra. Y no hay semana que pase que no lo confirme, especialmente por estos días.
Se trata de lo siguiente: el Presidente alemán, Christian Wulff, está a punto de perder el puesto por la polvareda que ha levantado nada menos que una aparentemente insignificante "favorecida" condición crediticia del BW-Bank a la hora de comprarse una casa. La prensa se enteró del Affäre, anduvo averiguando e hizo que El Presi hiciera declaraciones al respecto... para echarse más tierra encima.
Resulta que, en sus escasas informaciones sobre el asunto, Wulff hizo hincapié en poner todas las cartas sobre la mesa, como debe hacerse en una sociedad donde la prensa libre y la verdad sobre la información que se transmite son parte de la médula de la sociedad. Y ha metido la pata, pues los periodistas a los que pisó el zapato no se han quedado con la boca calladita una vez oyeron eso. Se han enfurecido y con razón: Cuando se pensaba que las aguas cogían su nivel, publicaron nuevos artículos denunciando las llamadas de Wulff intentando evitar que se diera a conocer la más mínima frase sobre el tema, así como la amenaza de la guerra que les caería encima y las graves consecuencias que tendrían (los periodistas) si se salían con la suya. Le salió a él el tiro por la culata...
La Sociedad de Periodistas de Alemania habla de un enorme irrespeto a la libertad de prensa y de opinión, de que nunca un presidente había amenazado así, masivamente, a periodistas para impedir que hicieran su trabajo. Los de la oposición (Wulff es de la Unión Demócrata-Cristiana, también Partido de Angela Merkel, la Primera Ministra) le tiran leña al fuego y piden cuentas. Voces de Los Liberales, partido en coalición, piden que abandone el cargo. Y los de la propia retaguardia cada vez están más inseguros y se preguntan qué puede ser peor, si que siga y no dimita o que lo haga finalmente.
Wulff está cada vez más solo, se le ha puesto fea la fiesta, y yo no dejo de asombrarme con lo que ya debiera parecerme normalidad. Y es que todo lo contrario sucede en Cuba: ni hay libertad de opinión ni mucho menos de prensa, tampoco periodistas que cambien la sumisión de su pluma por la crítica valiente: lo que dicte y apruebe el Partido Comunista, único permitido en Cuba, es lo que puede ser publicado y jamás una letra en contra sobre quienes desgobiernan la isla.
Lo dicho: mientras más me "alemanizo" y asumo como lógicos, necesarios y justos los reclamos y derechos de los periodistas teutones, más me dan asco los que mueven los hilos de sus similares cubiches y reconozco, con cierto pesar, que Cuba está por lo menos a 53 años LUZ de Alemania...
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