(Hoy jueves tenemos helados en el menú de
Lelé Santos... Ud. no se pierda tampoco un post reciente del Arquitecto Cheo Malanga en
El Imparcial Digital titulado
La Catedral del Helado)
El helado
Por: Lelé Santos, columnista invitado
El cubano siempre ha preferido el helado. Cuba es un eterno verano y también somos famosos por el paladar subido de azúcar que tenemos, dos buenas razones para saborear algo frío y rico, como el helado.
© flickr/foreignobsessed
La heladería es la propuesta ideal para los enamorados cuando de pasear se trata: es económica, sencilla, tradicional y puede convoyarse con una peliculita con lo cual matamos la jugada y la pareja sale contenta. Muchas veces no sabemos a dónde ir o no podemos ir adonde queremos y ahí está, como por arte de magia, "Te invito a tomarnos un helado", para salvar la situación. Por eso las heladerías son famosas y siempre están llenas, con más gente afuera que adentro ya que la demanda es mayor que la oferta.
El helado hay que bacilarlo y tiene sus variantes. Hay quienes prefieren comerlo en barquillo, parado o caminando, y ahí mismo uno se embarra porque lo venden medio derretido o por el calor que hace en la calle que lo derrite todo. Hay quienes botan el último pedacito del barquillo, o bien está duro o fue el punto de contacto con la mano (¿que estaría sucia?), y hay quienes dicen que esa es la mejor parte del helado.
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La cosa pinta fea cuando el helado viene en un vasito plástico o en un cucurucho de papel, "¿y la cuchara?" "bien, ¿y tú?". No hay forma de tomárselo sin embarrarse la nariz y una buena parte de la frente y después busca dónde botar el envase. La regla hoy en día es comprarle ese helado de barquillo a un particular a 3 pesos y sabe a rayos, porque rara vez se encuentra por el Estado. Y hablo de helado, pues el frozen y el helado tropical (durofrío) fueron famosos pero no vale la pena compararlos; helado es helado.
Y si es sentado, mejor. Ahí viene la cola para entrar, esperar a que te sirvan, y cuando termines no te vayas enseguida, disfruta el momento, conversa con tu pareja. No vayas solo a tomar helado, es una salidita, pásala bien.
© flickr/Megan Young
Cuando era un chiquillo, qué alegría, yo iba a Coppelia, to' loj día..., parodiando al gran Roberto Carlos. Pues esa esquina de L y 23 es la más concurrida de La Habana. Se unen el Yara, el Habana Libre y el Coppelia, la heladería más famosa de Cuba.
Por ahí anda un email que recuerda las variedades de platos y sabores de hubo en el Coppelia de los años ochenta. Más de 30 sabores, ¡alaba'o! Si empiezas a mencionar sabores uno a uno seguro no llegarás a 20, imagínense 35. Yo siempre pedía de almendras, que valía 20 quilos adicional cada bola, nunca supe por qué. Y que no me lo montaran: nada de sirope, crema, boronilla de sorbeto por arriba, etc., quería el helado solo, para que el sabor saliera solo. Bueno, unos biscochitos que lucían como tabaquitos huecos o los 'esponrú' eran la vida misma. Qué tiempos aquellos, que ya pasaron...
Coppelia siempre fue la number one, había otros lugares que en menor grado eran visitados y tenían sus ofertas de helado del agrado de todos (la Ward, el Carmelo del Riviera, el Coppelita de Malecón, 17 y 12, Calzada y D, Línea y Paseo, Guanabo y Cotorro, noten el fatalismo geográfico del Vedado, casi todas son de allí, y alguna que otra menos importante en cualquier municipio).
El panorama actual es ligera e imperceptiblemente distinto. Quedan pocas heladerías regulares en La Habana, buena no hay ninguna. A ver, Coppelia, la de Guanabo y la del Cotorro (que quedan un poquiiiito lejos), la Ward (competidor de mayor renombre que siempre ha tenido Coppelia), y otras tres algo recientes: Las Yagrumas (al lado del cine Alameda, calle Santa Catalina, en 10 de Octubre), El Mónaco (al lado del garaje del mismo nombre, calle Mayía, igual municipio) y el Coppelita de Obispo (en el medio del bulevar de esa calle).
© flickr/Indrani Soemardjan
Digo regulares pues la calidad del servicio y de las ofertas nada tiene que ver con épocas pasadas, incluyendo a la best seller. Claro, una heladería de reciente creación no tiene pasado pero los parámetros de calidad, percibidos por el cliente, siempre han estado ahí. Y no son cuentos, he estado, he tomado y a la mayoría no he vuelto, excepto a Coppelia, que siempre te atrae y te engancha, debe ser por su ubicación, que pega con cualquier cosa.
Hoy la ensalada de Coppelia vale 5 pesos, a peso cada bola, pero ¿qué bolá con el tamaño de la bola? Coge tu dedo pulgar y cierra con el índice, parecido al símbolo de saxxon, ¿ya? Ese es el tamaño de lo que hoy te sirven. La bola de arriba de lo más linda, para despistar, pero revisa las dos últimas de abajo, si caben en un gotero es mucho. La ensalada tiene variaciones: en Obispo y el Mónaco cuesta 7 pesos y en el resto cuesta 4.20, ¿por qué será?
© flickr/Indrani Soemardjan
Los sabores actuales son unos cuantos: vainilla, chocolate, fresa..., a ver, ah, faltaba el chocolate, la vainilla..., sí, son varios. Ponte contento si se ofertan todos a la vez, el otro día pasé por la Ward y había plátano, y ya. También hay aportes: antes, el naranja piña era base de naranja con pedacitos de piña, hoy es una mezcla de un solo color y sabor. Antes, la fresa o el rizado tenían pedacitos de esa fruta, hoy es ídem al naranja piña. El chocolate ni lo pruebo, es muy fuerte. Y evita que te sirva la dependiente de la barra del Coppelia, que después de rascarse la cabeza y limpiar con trapo lo que dejó el que estuvo antes, con esa misma mano te echa unas galleticas michi-michi arriba del helado. "No, deja, a mí no me eches galleticas, gracias", menos mal que la paré a tiempo.
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Así y todo, se mantiene la elección sana de tomar helado, últimamente reforzada con ese gen que tenemos los cubanos de ir a cualquier lugar con una jabita o un pozuelo (o ambas cosas) para cargar y llevar para la casa. En ese caso no se disfruta la salidita pues es un encargo, como ir a la bodega a buscar los mandados: pides cinco ensaladas, te das cuenta de que caben en dos pozuelos y los otros tres que traías por si acaso se quedan donde estaban, y a comer helado de postre en tu ambiente familiar, queeé rico. Lo disfrutas más si eliges la hora de la novela de por la noche para ir a buscarlo, a esa hora está vacía la heladería y te sirven cuanto quieras (hay lugares donde solo te venden dos ensaladas por persona, no está escrito pero así mismo es).
Ni pensar ir los fines de semana, las semanas de receso escolar, las vacaciones o los festivales de cine latinoamericano. Ahí he visto colas en el Coppelia de millones de personas, de lo más divertidos conversando y esperanzados todos por entrar y que se mantengan los sabores que tenía el cartelito de afuera, los pobres. Si no te gustan las colas grandes o el sol entonces ve a un Bim-bom, hay unos cuantos rega'os por ahí, y paga tu helado en CUC, que hasta ahora este cuento era en moneda nacional. También han decaído esas heladerías pero esa es otra historia.
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El helado bien vale el sacrificio. Nos cae bien en cualquier momento y nunca es tan caro o tan difícil de encontrar y tomar. Incluso si compartes la mesa de cuatro con otra pareja desconocida, porque así fue como te indicaron al entrar, te olvidas de eso y no apartas tu vista de esos ojos lindos que están contigo desde hace tiempo y ahora te dicen: "Ay, papi, ¡hacía rato no me invitabas a tomar helado! ¡Qué rico está! ¡Este sí es Coppelia de verdad!".