El otoño es precioso en estas latitudes. Los cálidos tonos cromáticos de las hojas de los árboles invitan a tirar fotos a toda hora. Qué hermoso el sendero que hace camino a donde vivo. Qué bello se ve el patio interior de mi edificio desde las ventanas que dan al este de Berlín.
Con la llegada del invierno las hojitas empiezan a caer silenciosa, lentamente, dibujando arabescos, pirouettes y pas de deux en su descenso. Las aceras se colorean de naranja, rojo, amarillo, y los niños juegan a coleccionar semillitas y hojas diversas.
A veces llueve, a veces hay ventiscas, a veces hace frío, a veces todo está en calma, a veces el día es tremendamente hermoso.
En Cuba no hay otoños así tan coloridos. Yo extraño no obstante el verde-rojo constante de los marpacíficos del jardín. Ya me olvidé de la forma de las hojas. Los pinochitos en la nariz siguen siendo un dulce recuerdo infantil.
lunes, 26 de noviembre de 2007
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1 comentarios:
Hay, tengo que venir por aca con mas tiempo... ando apurada y me he quedado con deseos de seguir leyendo, asi que no cierres la ventana que pronto vuelvo,
Un abrazo!
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