lunes, 14 de enero de 2013

Cubazuela y el besuqueo político de escandalosas proporciones

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Aplaudo los marcos internacionales donde se discuten problemas y soluciones a los mismos, donde se planteen estrategias que signifiquen un avance para cada una de las partes, donde se converse de futuro. También donde se discuta de presente y de cómo no repetir el pasado, dado el caso, pero que no sólo represente ganancia para los que dirigen esos países sino para los millones de personas que son dirigidas por ellos.

Marcos como éstos hay muchos. No es necesario enumerarlos exhaustivamente, con citar un par de ejemplos basta: cumbres regionales, eventos y conferencias, proyectos de colaboración, entre otros. La dimensión política de los mismos y la cantidad de países representados en ellos también varía según el marco, y los hay desde bilaterales hasta los que incluyen a prácticamente todo país o Estado del planeta.

Que un país tenga aliados estratégicos con quien discuta a lo cortico muchos temas que les interese en particular, tampoco es noticia. Sin embargo, esto se agrava en los casos donde la dependencia a conveniencia se busca, o se acuerda, o se exige al otro. En esto último Cuba tiene medalla de oro, como es sabido.

Ahora, el besuqueo político más reciente entre los gobiernos (¿o desgobiernos? Ud. elija) de Cuba y Venezuela o, para abreviar, de Cubazuela, alcanza ya dimensiones escandalosas.


¿A Ud. le parece bien que los asuntos internos y de seguridad nacional de la política de Venezuela se discutan y acuerden en territorio cubano, no una sino en repetidas ocasiones, prácticamente cada semana? A mí, no.

¿A Ud. le parece bien la exagerada presencia en la prensa cubana -que responde a un único partido político, el mismo responsable de la situación calamitosa que atraviesa Cuba durante décadas ya- de noticias sesgadas sobre Venezuela? A mí, no.

¿A Ud. le parece bien que sea Cuba quien le dé lecciones de cómo interpretar la Constitución a los venezolanos? A mí, no.

¿A Ud. le parece bien la alcahuetería política de los mandatarios de otros países que no han escatimado falso recato para ser parte del circo? A mí, no.

¿A Ud. le parece bien la desproporcionada presencia de cubanos en instituciones y ministerios de Venezuela, incluyendo los sensibles en temas políticos y militares? A mí, no.

¿A Ud. le parece bien la enfermiza insistencia en hacerles creer a la opinión internacional y a los ciudadanos de ambos países, que lo que hacen está correcto? A mí, no.

Es triste. El resultado de al menos una respuesta afirmativa a las preguntas anteriores bien puede ser el mismo que el que ha traído el Castrismo para mis coterráneos, donde ni cinco generaciones bastarían para recuperarse del mal, sobre todo el enquistado en las cabezas de la gente. Y eso que sólo es un puñado de interrogantes. El saco de las posibles no tiene fondo...

Hace unos días leí en una de las publicaciones recientes en Diario de Cuba o Cuba Encuentro (ya no recuerdo cuál exactamente), un comentario anónimo a otro que le precedía, al parecer de un venezolano, que decía más o menos: "Déjalos, que se queden los chavistas con el país, que hagan allí lo que les dé la gana que ya verán cómo les pasará lo que a muchos en Cuba: hasta sus hijos los van a abandonar a ellos después".

Y sí, esa es la Cuba de hoy, con más de 2 millones de cubanos haciendo sus vidas lejos de los incompetentes que han destruido al país y que ahora se erigen en consejeros de lo que puede ser la Venezuela del futuro.

Es escandaloso, es repugnante. Cubazuela y el besuqueo político que se trae alcanza ya escandalosas proporciones.


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