Curioso: creo que es la primera vez que entre cubanos no hablamos de Cuba. Nos habremos dicho a nosotros mismos ¿para qué? Así que casi todo el tiempo los temas fueron los planes futuros y los niños. Yo me fui para Colonia con los dos míos y llegamos a casa de Mónica y Danilo a romper la rutina diaria con corre-corres de infantes, sesiones de mono ve, mono hace, y saltaderas en la cama, niño de ellos incluido.
Paseos hubo también en el programa y el primero de todos fue al Mercado navideño, como ya les conté. En el Museo del Chocolate quisimos repetir pero estaba cerrado, así que bordeamos el edificio y la velada terminó echando hojitas al río Rin (Rhein, en Alemán):

El momento más esperado por nuestros rubíes fue el de abrir los regalos que trajo Papá Noel. A mí Papá Noel nunca me trajo regalos. Cuba está muy lejos, quizá...

Si les hubieran visto las caras...

A mis padres les trajeron los regalos los Reyes Magos, cada 6 de Enero. A mí y a mi hermano, nadie: nosotros íbamos a buscarlos a la tienda, según el día que nos tocara en suerte (casi siempre del tercero en adelante, de entre 6 posibles). La cantidad de juguetes por niño, limitada: tres en total, un básico (el más grandecito, como una bicicleta para los más afortunados del primer día), un no básico (uno intermedio, como una muñeca) y un dirigido (un juego de yaquis, por ejemplo). Y ya, pare de contar.
Unas horas más tarde nos pasaba a buscar Salva a mí y a mi pequeña tropa. Después de una escala turística de la que ya les contaré, nos llevó a su casa y allí compartimos con su acogedora familia. Qué bien la pasé. ¡Que viva Italia!

El almuerzo en casa de Salva estuvo impecable pero cometí un tremendísimo error: repetí lasagna. Estaba exquisita, deliciosa, riquísima. Me comí dos porciones, de unos 10x15 centímetros cada una, por unos 4 de alto. Y es que se trataba del ¡entrante! Yo no sabía que la pasta en general se come como entrante (en Italia). Cuando vi a la esposa friendo unos bistecs y preparando la mesa otra vez, abrí los ojos con sumo asombro... "ese" era el almuerzo realmente: bistec empanizado, papas asadas, ensalada. Comí muy despacio para no dejar nada en el plato.

Después vino el postre, otro 10x15 pero esta vez de tiramisú a la italiana (que no como lo hacen los alemanes) y un café como al que estamos acostumbrados los cubanos: una tacita contundente.

La pasamos muy bien y los niños, también (los 3 de Salva me parecieron muy tranquilos, vamos a ver cuando los míos crezcan).

Otras fotos y comentarios los ha colgado Salva en su blog.
Yo la pasé de maravillas estos días que visité Colonia: como en casa. Entre cubanos e italo-alemanes, de verdad que no puedo quejarme. ¿Cómo la habrá pasado mi familia en Cuba? Ya me enteraré por email en algún momento...