lunes, 29 de diciembre de 2008

Un paseo por Colonia: Entre amigos y bloggers

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Para cubanos como yo, que vivimos alejados de nuestras familias y del país donde nacimos, celebrar Navidades en compañía cubiche es una ocasión especial. No tanto por las Navidades en sí, pues en Cuba estuvieron oficialmente prohibidas durante muchos años y la tradición se fue perdiendo en muchas familias al punto que yo y mi generación podemos hablar casi nada de ellas, sino por la oportunidad de compartir con otras personas a las que nos une un pasado o un presente relacionado con Cuba. Con tantas familias cubanas divididas y "regadas" por todo el mundo como habemos, pasar unos días con amigos cubanos es todo un lujo. O con calor "como el cubano", pues de italianos también trata este post.

Curioso: creo que es la primera vez que entre cubanos no hablamos de Cuba. Nos habremos dicho a nosotros mismos ¿para qué? Así que casi todo el tiempo los temas fueron los planes futuros y los niños. Yo me fui para Colonia con los dos míos y llegamos a casa de Mónica y Danilo a romper la rutina diaria con corre-corres de infantes, sesiones de mono ve, mono hace, y saltaderas en la cama, niño de ellos incluido.

Paseos hubo también en el programa y el primero de todos fue al Mercado navideño, como ya les conté. En el Museo del Chocolate quisimos repetir pero estaba cerrado, así que bordeamos el edificio y la velada terminó echando hojitas al río Rin (Rhein, en Alemán):

¡Ésta es mía! ¡No, tira tu ésta! ¡Dame ésta a mí! ¡Ahora me toca a mí! Etc., etc.

El momento más esperado por nuestros rubíes fue el de abrir los regalos que trajo Papá Noel. A mí Papá Noel nunca me trajo regalos. Cuba está muy lejos, quizá...
Tú eres muy chiquito. ¡Yo te abro tu regalo!

Si les hubieran visto las caras...

¡Mira, mami, lo que yo quería!

A mis padres les trajeron los regalos los Reyes Magos, cada 6 de Enero. A mí y a mi hermano, nadie: nosotros íbamos a buscarlos a la tienda, según el día que nos tocara en suerte (casi siempre del tercero en adelante, de entre 6 posibles). La cantidad de juguetes por niño, limitada: tres en total, un básico (el más grandecito, como una bicicleta para los más afortunados del primer día), un no básico (uno intermedio, como una muñeca) y un dirigido (un juego de yaquis, por ejemplo). Y ya, pare de contar.

Unas horas más tarde nos pasaba a buscar Salva a mí y a mi pequeña tropa. Después de una escala turística de la que ya les contaré, nos llevó a su casa y allí compartimos con su acogedora familia. Qué bien la pasé. ¡Que viva Italia!

Salva hizo migas con Diego

El almuerzo en casa de Salva estuvo impecable pero cometí un tremendísimo error: repetí lasagna. Estaba exquisita, deliciosa, riquísima. Me comí dos porciones, de unos 10x15 centímetros cada una, por unos 4 de alto. Y es que se trataba del ¡entrante! Yo no sabía que la pasta en general se come como entrante (en Italia). Cuando vi a la esposa friendo unos bistecs y preparando la mesa otra vez, abrí los ojos con sumo asombro... "ese" era el almuerzo realmente: bistec empanizado, papas asadas, ensalada. Comí muy despacio para no dejar nada en el plato.

La esposa de Salva, a mi izquierda, puede pasar muy bien por cubana. Se parece a una amiguita mía de la Universidad

Después vino el postre, otro 10x15 pero esta vez de tiramisú a la italiana (que no como lo hacen los alemanes) y un café como al que estamos acostumbrados los cubanos: una tacita contundente.

¡El reloj caminó tan rápido! Yo me hubiera quedado más tiempo...

La pasamos muy bien y los niños, también (los 3 de Salva me parecieron muy tranquilos, vamos a ver cuando los míos crezcan).

Ah, y hablamos de blogs, ¡claro!

Otras fotos y comentarios los ha colgado Salva en su blog.

Yo la pasé de maravillas estos días que visité Colonia: como en casa. Entre cubanos e italo-alemanes, de verdad que no puedo quejarme. ¿Cómo la habrá pasado mi familia en Cuba? Ya me enteraré por email en algún momento...
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