jueves, 7 de mayo de 2009

La novela de mi vida, de Leonardo Padura

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(Otro post a ciegas... Ya los debo tener aburridos con el lío de Internet...)

He terminado de leer La novela de mi vida, del escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, y me ha gustado mucho leer otro libro más de Padura. Antes de éste me había leído Adiós Hemingway, del mismo autor. Leer es mi hobby preferido. No, creo que bloguear... no, no, leer, desde siempre. No, qué va, los blogs. Ah, otra vez... ¡Leer, he dicho, es el hobby!... ¿O los blogs?

Cuando tengo un libro en las manos me gusta que me atrape desde las primeras páginas. Y cuando logro meterme en la trama, o ella en mí, y éstas van pasando y con ellas las ganas de no hacer nada más con tal de llegar al final, entonces puedo afirmar que el libro me cautiva. El género no importa realmente aunque prefiero la novela.

La novela de mi vida, Ediciones Unión, 2008

Pues del libro La novela de mi vida me gustó muchísimo el paralelo entre José María Heredia, "el primer gran poeta cubano, el primer gran desterrado cubano y el primero de los nacidos en esta Isla condenado a morir en el exilio, sin haber encontrado jamás una cura para esa compacta nostalgia por la patria que también él, precisamente él, inaugura entre nosotros...", a decir de Padura, y Fernando Terry, cubano exiliado más de un siglo después que el autor rodea de personajes pasados y actuales, de miedos, de rencores, pero también de sueños y amor.

Yo he pensado muchas veces en poder subirme otra vez a la azotea de mi casa (no hay manera que le diga de otra forma aunque no sea "mía") en la Habana, en Santos Suárez, un día, cuando regrese. Leer que Fernando también se subió a la suya, desenterró recuerdos y lamentó pasados y presentes, me aferró más a la idea de poder ver a La Habana desde allá arriba, desde donde mi mamá tiende la ropa y se seca rapidísimo, desde donde el color de las tejas y los techos me hará olvidar por un rato el destino real de mis pasos una vez regrese a Berlín. Bueno, no me hagan mucho caso... parece que hoy me levanté un poco melancólica...

Adiós Hemingway, Ediciones Unión, 2001

Me gusta como escribe Padura. Adiós Hemingway, libro que incluye la también novela policíaca La Cola de la Serpiente, me llevó otra vez de la mano del policía Mario Conde y sus investigaciones, primero por la finca "La Vigía", donde viviera Hemingway los últimos años de su vida, y después por el "Barrio Chino", dos lugares habaneros que también me gustaría volver a visitar algún día.

Los libros que tengo en cola ahora son los siguientes, para leerlos en este orden: UMAP: Una muerte a plazos, que muy gentilmente me regalara su autor José Caballero, cubano del cual ya les he contado en otros posts; La Hija del Embajador, primero que al fin podré leerme de la autora también cubana Zoé Valdés, a quien tengo el gusto de conocer blogosfera mediante; y El Juego del Ángel, del autor español Carlos Ruiz Zafón, dejando pasar un tiempo entre su brillante libro La Sombra del Viento, uno de esos que una no quiere olvidar de por vida.

¿Y Usted, tiene algún libro entre manos ahora?
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13 comentarios:

Samuel Ferrer dijo...

Realmente me atrapas en tu forma de escribir o blogear o escribir? o blogear? no no .. escribir ... whatever ... hace tiempo no leo literatura cubana ... y tu pareces ser una buena referencia ... voy a buscar a Padura en cuanto tenga el primer chance ...

Saludos
Sam

glazam dijo...

No he leído a Padura, pero ahora después de este post lo buscaré. En estos momento no tengo ningún libro entre manos porque estoy enfrascada en pasar los videos familiares que tengo en VHS para DVD, entre otras cosas. Me alegra te hayan avisado que ya tienes internet en la casa, cógelo despacio ahora.
Besitos.

land dijo...

ahhhhh, esos pequeños submundos en los que nos sumergimos por momrntos para divertirnos, o asombrarnos, o emocionarns, amo leer, si en este momento estoy leyendo el sobrano del nilo de Wilbur Smith.

Anónimo dijo...

yo tambien amo leer, es algo que cuando me falta lo noto, aunque mucho tiempo no tengo. ahora mismo estoy leyendo la reina de paramaribo de clark accord,es su primera novela y es muy buena y costumbrista, si puedes leela. saludos desde canarias.

Giselle. Ancaster, Canada dijo...

Yo me he dado a la tarea de leerme El Aleph, de Borges, y solo voy por la pagina 13 pues lo leo cuando llevo a los ninnos a sus clases de natacion. Tengo en lista de espera El Espejo Enterrado, de Carlos Fuentes, Me encanta que estes leyendo a Padura, es un gran autor cubano, contemporaneo, y aun viviendo en Mantilla! Estando en la universidad pude leer su Fiebre de Caballos, y fue un libro de esos que nos marcan. Adios Hemingway, La Neblina del Ayer, y Vientos de Cuaresma, tres de sus novelas donde aparece Mario Conde, son puro placer pues hasta parece que estamos caminando por nuestra Habana y viviendo nuestras raices. De Zoe Valdes te recomiendo mas que nada Cafe Nostalgia, y tambien La Nada Cotidiana. Hablamos cuando los leas!! Y por favor, consideren leer algo de Cabrera Infante, como Tres tristes Tigres, o La Habana para un Infante Difunto. Es genial.
Saludos, Aguaya, y gracias por los libros que nos recomiendas, los anoto ya!

Silvita dijo...

Estoy visitando Los palacios distantes, de Abilio Estévez.
No sé como se puede vivir sin leer.
Debo decir que me incomoda un poco cuando al final del día estoy tan cansada y así y todo me meto con un libro en la cama y me quedo dormida en posisicones propensas a la tortículis más teatral... ojalá venga pronto la literaria mañana del desayuno del sábado!

Rosa dijo...

Pues si que me encantó esa novela de Padura, de quien supe a través de una lectora asturiana (allá no se le da mucha publicidad, y hasta es extraño que le permitan publicar, con las cosas que dice). La de Adios Hemingway la voy a buscar, como que ese es mi escritor americano favorito. Ahora estoy leyendo un libro de Paul Auster llamado "Tales of American Life", muy interesante puesto que se trata de una recopilación de relatos enviados por los oyentes de un programa radial que participaron en un concurso. Leer para mi va casi más allá del hobby y se convierte en vicio. Y leerte a tí amiga es adictivo. Besos.

Lover dijo...

Hola, Mss Aguaya, saludo las personas que conozco de Indonesia. Antes navegar por google y me trajo aquí. No sé lo que debería ser un comentario, y mucho menos yo no entiendo este idioma español o portugués. Ambos muchas similitudes. O sí, creo un blog en portugués sobre el Monte Kilimanjaro. Si tiene tiempo para venir a mi blog ya? Gracias por la paz y la oración...

Verónica dijo...

Hola, Aguaya. A mi también me gustó esa novela de Padura y casi todas las otras suyas donde aparezca ese personaje de Mario Conde, que parece tan real.
Pero, y es solo mi opinion personal, El juego del ángel no se equipara a ese maravilloso La sombra..., de Zafón. Bueno, sólo para no leérselo con las mismas expectativas, ya dirás tú cuando lo leas.
Saludos,
Verónica

lo que dijo fermin gabor dijo...

Mario Conde, el investigador protagonista de las novelas de Leonardo Padura, lo tiene siempre fácil. A diferencia de otros detectives, él no opera a contracorriente, no opera solo. Multitud de chivatones de comités de defensa lo esperan para prestarle ayuda. Hasta los niños de la guardia pioneril le entregan pistas. Y el teniente Conde no tiene más que entrevistarse con las autoridades políticas de la cuadra donde fue cometido crimen o desfalco para que los misterios comiencen a aclararse.

Conde tiene también de parte suya a todo el cuerpo de polícias del país. Y, a la vista de esta correlación de fuerzas, lo que asombra en esas novelas no es que el problema llegue a ser resuelto, sino que haya existido alguna vez. Porque guardias pioneriles y cederistas, autoridades de las cuadras y pululantes uniformados deberían negarle espacio a la delincuencia. E igual que Tom Cruise en Minority Report, en lugar de investigar el crimen (cosa fácil) el teniente Conde debería evitar que éste se cometiera.

Su existencia es, me temo, aburrida. Si no fuera por algunos achaques de salud (de no conservar las gabardinas de otros se hereda la úlcera estomacal y el mal sabor de los amaneceres), Mario Conde tendría bien poco de qué ocuparse. Suerte que, con el fin de prestar alguna tensión, de vez en cuando lo asalta una punzada estomacal o el recuerdo de algún viejo amor.

Ulceroso y sentimental, el resto es pan comido. Pone en su trabajo el mismo esfuerzo de una secretaria al rellenar planilla, pues las novelas policiales de Leonardo Padura son mortalmente burocráticas.

Nada de la chispa que prendiera el caballero Auguste Dupin parece brincar en las grises dependencias donde el teniente Conde ejecuta sus ritos. Guiada la investigación por un manual de pasos rigurosamente estipulados, auxiliada por legos que dan el chivatazo y la pista y hasta el grito de ataja, no existe improvisación, no hay jazz alguno. El discurso del método ha sido acuñado por los superiores y hasta los delincuentes se mueven como burócratas.

No consiguen asaltar a Conde las sorpresas que asaltaban a un Marlowe o a un Spade (Dupin no salía de sus habitaciones): nadie le pegará con la culata de un revólver hasta hacerle perder la consciencia y meter blanco o hueco en la ilación de hechos que llevaba. Y es una lástima que tampoco se brinde algo de pugna entre departamentos, de competencia entre investigadores, de malas relaciones entre jefes y subordinados o, más cenagoso el caso, ciertas corrupciones de la policía.

Nada de eso. Un cuerpo honesto de investigadores entre los que se cuenta el teniente Mario Conde realiza su trabajo limpiamente, sin chanchullos ni envidieta. Viven entre ellos en armonía preestablecida. Mientras tanto, el autor de esos libros sí que lidia con el azar y el destino: gracias a una entrevista ofrecida por él al Diario Vasco podemos asomarnos a su verdadera historia policial, la inescrita. Que es también la historia policial de todos los que escriben en la isla, traten o no sus libros de delitos y crímenes.

Nunca antes (que sepamos) se había hecho público el contrato imperante entre escritores y autoridades políticas en Cuba, secreto mayor de los literatos isleños. Nunca antes escritor residente en la isla, y por tanto expuesto su trabajo a censura oficial, había declarado cuánto sacrificaba para ver publicados sus libros.

Editado en una de las más importantes casas españolas, traducido a varios idiomas y publicado (con esos mismos títulos) dentro de su país, Leonardo Padura es un autor de éxito. Algunas autoridades de la isla no ven con buenos ojos sus libros, reconoce. Pero la censura oficial no ha cambiado ni una sola palabra en sus textos, y cuatro de sus seis novelas han sido elegidas como libros del año en La Habana.

Lograr milagro así en un panorama donde según él mismo los escritores incómodos resultan marginados, presupone un muy delicado planeamiento. Es necesario adelantarse al censor y borrar, no las huellas del escenario del crimen, sino el crimen mismo. (Tal vez por ello sus novelas resultan soporíferas: el único crimen lo ha cometido el autor: asesinato por autocensura.)

Padura confiesa imponerse determinados límites a la hora de ejercer la crítica social y justifica sus maniobras con un ejemplo deportivo: en un partido lo importante es colar gol. Es preciso, pues, ajustarse a las reglas del juego, "tratar de burlar las defensas, ser habilidoso para poder buscar la mejor posición desde la cual tirar y anotar el gol que vale". (Me gustaría, sin alejarnos de lo deportivo, transformar el ejemplo en otra clase de juego. En este otro fútbol que propongo hay también que ajustarse a las reglas, sólo que éstas no han sido estipuladas por autoridades políticas, sino por autoridades literarias, incluido el propio creador.)

Padura juega en relativa conformidad el fútbol de los comisarios. Para él no existe otro juego, ni resulta posible discutir las reglas de ése. "La vida en Cuba, a pesar de todas las dificultades, es mejor en muchos sentidos de lo que pudo haber sido en otras épocas", sostiene. Vive, pues, en la mejor de las Cubas posibles. Lástima que en su entrevista no nos aclare cuáles son esos "muchos sentidos".

"Yo no me imagino viviendo fuera de Cuba", afirma. Tiene "una relación sanguínea, ni siquiera intelectual" con su casa, su barrio, su país de nacimiento. Y se muestra capaz, con tal de conservarla, de malversar su relación con el trabajo. Vistas así las cosas, podrá considerársele morador privilegiado, vecino intachable, hijo emérito de Mantilla, cubano cien por ciento. Todo menos escritor con vergüenza.

Más aún cuando leemos esta otra razón para no marcharse al exilio: "mi literatura surge de esa relación que tengo con la realidad cubana. En Cuba, la literatura tiene todavía esa función social, esa capacidad de influir y actuar sobre los demás".

Varias son las hipótesis que despierta la frase anterior. ¿Cuál es esa relación insustituible que tiene Leonardo Padura con la realidad cubana? ¿La de verlo todo o casi todo para callar mucho? ¿Sus trabajos de premeditación donde calcula cada detenimiento del comisario de turno y tacha para no complicarse la vida (o anotar un gol, tal como él considera)? Si no se larga a vivir al extranjero es debido al influjo que consigue sobre sus lectores, a su incidencia en la sociedad civil cubana, a la agitación social despertada por sus libros.

¡Alardes de inválido! Lo único que consiguen esas novelas suyas es extender entre la gente el miedo a la autoridad, contagiar a los lectores el temor de quien escribe (si mi escaso italiano no me falla, Paúra significa miedo). Menos policiales que de horror, la sombra del censor y sus tijeras atraviesa sus páginas. Y en lugar del manual de autoayuda, Padura parece haber dado con la fórmula del manual de autocastigo.

Siente, según la entrevista aparecida en el Diario Vasco, el orgullo enorme de que sus obras puedan leerse ahora dentro de Cuba. Apostador de poca monta, sacrifica la duración de su obra por ese triunfalismo del presente. Prefiere jugar el fútbol de los mandamases a practicar la ética del escritor.

No es el único, que conste. Pero ha sido el primero en declarar las leyes de un juego que comparte con tantísima gente. Y las cosas, luego de esta entrevista suya, no van a ser las mismas. Ahora cualquier reunión intelectual puede tomarse por peña de tahúres. Lo era ya desde antes, pero entonces el truco se mantenía encubierto.

Chez Isabella dijo...

Agua, creo que leer y coleccionar historietas está entre mis primeros recuerdos felices de niña. Yo devoro libros. Padura escribe muy bien. De él he leído todos los que citaste tú y también los que han citado tus lectores. La Novela de mi vida la compré y se la mandé de regalo al padrino de mi hija menor, pues él quería tenerla. Sabes? Compro muchos libros por Amazón y me salen a un precio increíble. Muchas veces las entregas ni me las cobran.

A ver, ahora mismo en mi mesa de la izquierda tengo: Persona non grata, de Jorge Edwards (ya casi lo acabo), Ficciones, de Borges, a las que vuelvo con frecuencia por puro placer; Inés del alma mía, de Isabel Allende que lo empecé hoy casualmente. En la cesta de mimbre: un libro sobre la obra de Carolee Schneemann, otro sobre Louise Bourgeois, uno sobre el Jardín de esculturas del Museo Hirshhorn, Smithsonian, otro sobre Washington D.C. y El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz. Yo leo de forma fragmentada. Me tiene que atrapar mucho una novela para que me dedique sólo a ella, jajajaja!!!

Además, encima del archivo tengo los mastodontes a mano: el catálogo de la exposición Cuba! Arte e historia, de 1868 a nuestros día; Arte románico, Arte gótico, Neoclacicismo y Romanticismo y Art Deco (son libros de consulta). Y aquí encima de donde estoy escribiendo, tengo dos tabletas con mis diccionarios y otras obras de referencia.

Hija, de verdad, no sé qué sería de mi sin los libros!!! Un abrazo y qué bueno saber que estás de vuelta con todo el tiempo de máquina del mundo.

Aguaya dijo...

Saludos lectores para todos lectores!!

Fermín Gabor..., mire eso, yo ni remotamente había pensado en sus puntos de vista... Lo mío son los números, lo reconozco ;-)
Muy interesante su perspectiva.

Yo creo que lo que me atrae de los autores cubanos en general son los temas y el vocabulario que usan, las expresiones, que me parece que no estoy en Berlín sino caminando por la misma Habana, y eso me acerca a ella, se me hacen familiares, me alborotan un poco esos recuerdos que los desarraigos quieren hacerme enterrar sin preguntarme.

Mario Conde debo confesar que no me gusta mucho, no precisamente porque empine el codo y baje nuna botella de ron en un abrir y cerrar de ojos, sino porque a veces una se imagina cómo pudiera ser un personaje físicamente y si una se pudiera llegar a enamorar de él, al menos de lo que dice (o pone en su boca el autor) y con el Conde no me ha pasado. Parece que lo de policía no me gusta... eso de que me estén dando órdenes no me lo puedo tragar muy bien...

Pero el hilo de la novela desde que empieza hasta que termina la última oración del libro me parece que Padura lo logra muy bien en los suyos. A eso es a lo que me refiero conque me "engancha" y no me deja soltarlo. Libros para las masas carentes éstas de todo ojo crítico serio, envueltas en lo subliminal de un texto no comprometido hasta el tuétano? Pudiera ser...

En el meta-conocimiento (conocimiento sobre el conocimiento) ya me pierdo un poco. Va y cuando oiga una de las entrevistas de Padura me da por tirarle una trompetilla, o por pedirle un autógrafo, qué sé yo... El poder del análisis crítico literario me falta, de cuna y de escuela, y ya veo que con leer solamente no se enriquece mucho. Pero el debate es otra cosa, y de los demás se aprende, o se copia??

En todo caso me interesa el tema :-) Seguimos opinando?? Qué les parece a todos?

Un saludo para ustedes y gracias por los tips literarios: ya anoté un par de títulos en mi lista de pendientes...

Aguaya dijo...

Hablando de Ruiz Zafón y de enamoramientos... ay, yo me enamoré del personaje de Fermín en "La sombra del viento". Oye, qué lindo habla ese hombre, chico, qué ocurrente, tú... me flechó, vaya...

Leería otra vez la novela para oirlo hablar a él solito... sí, "habla" lindo... Si Ruiz Zafón lo hubiera puesto de personaje principal, le monto guardia en la puerta de su casa hasta que no me diga en qué personaje real se basó... para que me dé su dirección... jijijiji.