lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Y por qué siempre ponen cosas malas?

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"Una ciudadana más". La Habana 2009.

Hasta una niña de seis años se da cuenta de cuándo la información que le transmiten, representa sólo una parte de la realidad que vive.

Eso me ha pasado con mi hija. Estábamos en el carro con la radio puesta y llegaron los minutos de noticias. Primero los titulares, luego las noticias ampliadas: Que si un niño tuvo un accidente en la vía cuando intentaba cruzar la calle en su bicicleta y el conductor de un auto no lo vio; que si un bebé apareció muerto en un latón de basura y la policía investigaba al respecto; que si protestas en no sé qué lugar; que si problemas en no sé qué otro...

Pasados los cinco minutos acostumbrados, saltó del asiento con su pregunta: "Mami, ¿Y por qué siempre ponen cosas malas?".

Su padre le respondió mientras yo intentaba recordar cuándo fue la primera vez que, viviendo en Cuba, me pregunté lo mismo. Cuándo fue que me hastiaron las noticias de "todo lo malo" que sucedía afuera, manipulado de sobra y acompañado de una sobredosis de resignación fatalista: "El Capitalismo es cruel, en África se mueren por miles todos los días, en el Medio Oriente hay guerras, allá miseria, acullá desempleo astronómico y Haití está peor que nosotros, así que mejor nos quedamos quietos que Cuba es el paraíso mismo".

Así viven entonces en la isla, por cientos de miles, personas que no ven el derrumbe de la arquitectura local, que no saben que sí están pasando hambre cada día, que ni se imaginan que sí les pisotean sus derechos, que ni se dan cuenta del churre inmenso que les rodea. No en vano los primeros comentarios de cuanta gente sale y regresa a Cuba más tarde, casi siempre coinciden: "¡qué limpia es Berlín!", "¡qué pintadas y bonitas se ven las casas en Tenerife!", "¡qué sucias las calles de La Habana!", "¡ésto está de madre!"...

No por gusto el desgobierno cubano trata de impedir a toda costa que el pueblo tenga libre acceso a la información. Se filtran noticias, comentarios en blogs, carticas de no sé quién a no sé quién, videos hasta de una protesta al doblar de la esquina, pero aún el férreo control sobre qué tipo de información deben consumir los cubanos es prioridad número uno de la dictadura. Saben que pueden soltar en todos los demás aspectos pero, en ese, se les va a pique el barco más pronto.

Mi hija sí puede comparar, y lo ha hecho solita, porque no le tienen que edulcorar las noticias ni en la tele ni en la radio ni en ninguna otra parte para mostrarle lo bueno que le rodea. Ella ve, vive constantemente en carne propia muchas cosas buenas, en su casa, en la escuela, en los mercados, en la calle.

Pero en Cuba no, allá el churre de la ciudad y las noticias apesta pero no lo sienten, y hay hasta quien dice que huele a perfume.
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