(V)
–Ay chica, pero qué mal rato pasaste... –le comentó la otra muchacha a Tania, apenada, en una pausa que hizo ésta para estornudar–. ¡Dios te críe!
–¿Dios te críe? Así nunca lo había oído. Tú dirás “Salud”...
–Así decía mi abuela, que en paz descanse. Pero bueno, volviendo al tema: Tania, tienes en tus manos una gran ventaja, ¡sabes donde vive el tipo! Si quieres te acompaño a la Policía para hacer la denuncia.
–¿Qué? ¿Tú estás loca? –respondió Tania con total desconfianza–. ¿Para qué? Ellos no harán nada. Además, Mano Larga podría vigilarme, pues sabe dónde me dio botella, hasta dar conmigo para hacerme pasar un susto peor...
–Tania, no tengas miedo, si él quisiera te buscaba de todas formas. ¡Échalo pa’lante! El desgraciado ese...
–Mira... –Tania se dio cuenta de que no sabía el nombre de la otra muchacha.
–La Rosa.
–Mira, Rosa...
–No, Rosa solo no, “La” Rosa. Desde niña me dicen así porque mi mamá era española y me le parezco mucho.
–Mira, La Rosa... –dijo Tania no muy convencida– yo no voy a resolver nada con denunciarlo. Mejor me olvido del tema.
–Tania, todos estamos igual, sepultándonos poco a poco en el conformismo. Tenemos miedo de hablar por las represalias que puedan tomar después en nuestra contra. Nos han inculcado muy sutilmente el asentir como corderos, “cumple ésta orden, no te inmutes, no repelas, no debatas”... Pero te entiendo, no te preocupes. Solo te ofrecía mi ayuda, mi apoyo.
–La Rosa, así mismo me dice mi tía...
–¿Ves? No soy la única que piensa así pero sí una más que al final no hace nada serio por cambiar el perenne inconformismo... –La Rosa fijó la vista en las colillas de cigarro que estaban cerca del banco donde estaban sentadas–. ¿Y tu tía es disidente?
–¡No, qué dices! –respondió Tania sobresaltada.
–No te asombres. Disidente viene de disentir, de no estar de acuerdo con algo y expresarlo en un debate. Pero es que ni el significado de esas palabras lo conocemos bien... Son de las que han mutado la sintaxis...
–Mi tía está arrepentida de no haberse ido con su familia en su momento. Cuando el Mariel ella estaba muy enamorada de mi tío y no se atrevió a montarse en la lancha que los vino a buscar. Total, mi tío era, es y seguirá siendo un picha dulce: medio año después mi tía se separó de él porque le descubrió una querida...
–¡Pudieron más los tarros que la posición política!
–Así mismo dice ella –comentó Tania mientras miraba el reloj. Había olvidado la cita con Ojos Bellos–. La Rosa, tengo que irme. ¿Qué te parece si nos encontramos otro día?
–Por mí, encantada. Y me gustaría conocer también a tu tía.
–Pues te doy mi teléfono y nos ponemos de acuerdo. Yo vivo con ella –Tania intentó buscar en su carterita algo para escribir, sin éxito–. No tengo nada para anotar pero no te será difícil recordar el número: cuarenta, cinco cinco...
–¡Sin corriente! –rió La Rosa.
–Por poco –sonrió Tania–. Cuarenta cinco cinco cinco tres.
–No se me olvidará. Garantizado. Si no se me olvidan las fórmulas con las que trabajo a diario, seguro no será tu teléfono el primero...
–¿Por qué, dónde estudias?
–Trabajo, nada de estudios, ya esos quedaron atrás –comentó La Rosa con orgullo–. ¡Y fórmulas de las buenas! De Física, sencillitas, sencillitas –se burló arrastrando la última “i” –. Trabajo en la Facultad de Física, en la Colina.
–¿En la Colina? ¡Pero si yo también trabajo en la Universidad! Abajo, detrás de la Facultad de Estomatología.
–Tania, vamos a dejar los cuentos para otro momento que yo también debo irme. Si no, llegaré demasiado tarde a los ensayos.
–¿Eres actriz?
–No exactamente, pero ese cuento queda también para otra oportunidad...
–La Rosa, te agradezco mucho que me hayas escuchado. De veras me hacía falta. Fíjate que me siento mejor...
–A mí también me ha gustado conversar contigo –dijo La Rosa abrazando a Tania y dándole unas palmaditas por la espalda.
En ese momento subían por la calle G dos hombres en una moto. El de atrás gritó despectivamente:
–¡Lesbiaaaanas! Zafen, zafen, ¡lesbiaaaanas!
Tania y La Rosa se separaron de un brinco. Instintivamente ambas se alejaron en el asiento, al unísono.
–Bah, no les hagas caso. Es que el banquito que escogimos no está en el mejor lugar. Frente a la Casa del Té de 23 y G se puede esperar de todo... –comentó La Rosa y con la misma se puso de pie–. Vamos, Tania, que se nos hace tarde.
Las dos muchachas se alejaron rumbo al Yara, conversando otro poco las cinco cuadras que restaban hasta la calle L. Allí esperaba Ojos Bellos a Tania, sentado en el muro del Cine, por el costado de 23.
7 comentarios:
agua, vengo luego a leer la historia de Tania,
pero te cuento qe renuncio el tipo. si, si. tu tio. QUIEN TU SABES...
renuncio a la presidencia.
nos vemos, tony.
Qué, va, las historias de Tania no compiten hoy con el NOTICIÓN...
Ya les dejé un comment en el blog...
Nos vemos...
Ah! tú dirás TU tío!!!!! :)))))
Bueno, para mi el cuento de Tania esta mejor que el de la renuncia de Fidel.
Eso ya lo esperabamos hace rato. Ademas, no es la primera vez que pasa.
No te acuerdas que el 59 renunció tambien?
Saludos,
Al Godar
Tienes razón, Al, pero esta vez tiene una pila de an~os y la salud no lo acompan~a como quisiera...
por un momento creí que La Rosa era una "chivata" o informante y por eso le daba cuerda a Tania para que hablara de politica...
un diálogo muy ameno
saludines
Hmmmmmm, la paranoia de la persecusión que nos persigue a todos..... Frigi, tú crees que nos liberemos de ella algún día???
Yo miro para todos lados antes de cruzar una calle, por si acaso... ;)
Un abrazo!
Publicar un comentario