
Este es otro post que escribo a ciegas, desde la casa, como mismo hace mi papá para el blog que edito para él, con la diferencia de que él me envía sus posts por email desde Cuba y yo me los mando yo misma desde el trabajo hasta que el nuevo proveedor de Internet (sigo sin conexión desde la casa) haga acto de presencia al menos digital.
Pero a lo que voy hoy: después de varios años caminando por la vida laboral he pasado por la experiencia de tener como colegas a las más variadas personas. Una no anda buscando un trabajo por la cara o el carácter del que comparte oficina sino al contrario, lo que debe primar es el trabajo en sí, sus condiciones, la remuneración y la satisfacción de ganar para sí misma y de realizarse como profesional. Y yo encontré el mío hace rato, de lo que me alegro mucho. Pero hay colegas y "colegas". Y aunque no podemos pretender que todo el mundo se adapte a nosotros o nosotros a los colegas, que cada quien tiene sus pulgas y yo las mías, óiganme, al mío estoy al tirarlo por la ventana de la oficina, esa que ven detrás del buró. Es un cuarto piso. Ahhhh, lo digo en bromas, claro.
Si les cuento que hay días en que intercambiamos tres palabras ¿me lo creerían? Como lo leen: "Buenos días", cuando el segundo de los dos llega por la mañana a la oficina, y "Chao", cuando nos despedimos por la tarde. ¿Se puede trabajar así? Sí, claro. Es más, no abogo por el blablablá en un tiempo durante el cual nos pagan para trabajar pero a donde han llegado las relaciones con mi colega no les deseo que lleguen las suyas. Lo bueno del caso: él mete sus narices en sus cosas y yo, en las mías. Y no nos llevamos mal, no, o al menos no nos hemos echado los perros. Todavía. Yo diría que es un muchachito que tiene que aprender un par de cosas aún...
Al que tengo a tan sólo dos metros le doy tres vueltas en la experiencia profesional, en los años de trabajo y también en las relaciones interpersonales. Quizá eso lo tenga en el más absoluto silencio durante la jornada. Bueno, eso he llegado a pensar. Pero cuando yo tengo que hablar por teléfono por razones de trabajo y mi colega se pone audífonos para no oir, o cuando viene algún otro colega a discutir sobre un tema y el mío sale de la oficina o chasquea la lengua en evidente gesto inconforme, o cuando llamo y converso (bajito) con mi esposo y el de al lado hace ruidos, abre ventanas y se muestra insoportable, ya es mucho, ¿no creen? He llegado a hacerle lo mismo a ver si le gusta pero no, no entiende. Y la que me estaba descarrilando y volviendo asocial era yo.
¿Será que está celoso? Jijijiji, no, no lo creo. Por eso le canté las cuarenta el otro día, muy civilizadamente, como acostumbran los alemanes, porque no pude esperar más. Se quedó en una pieza. Y se ha medido más a partir de ese momento. Sigue sin mediar palabra entre los dos, sólo las estrictamente necesarias, en temas profesionales, por supuesto, y yo no me quejo porque mayor concentración en mi trabajo nunca he tenido. Pero prefiero a otro tipo de colegas. Las charlas e intercambios colegiales son, como los eventos, la fuente de la inspiración. De eso estoy convencida y lo trato de transmitir en lo posible a los demás, a mis alumnos también. Pero hay colegas "difíciles".
¿Cuán asocial es el suyo?