Hacía más de 20 años que no me bañaba con agua fría. Cuando escribo fría no me refiero a la ducha rica en pleno verano que nos hace rejuvenecer y refrescar el cuerpo y la mente, sino a la fría-refría que no podemos sustituir por un cubo con agua tibia o una duchita calentica porque no tenemos la posibilidad de hacerlo.
La última vez creo que fue estando internada en la escuela, por allá por el año 1987. Contábamos hasta 10 para meternos rápido debajo de un chorro intermitente que ni siquiera teníamos todo el día a nuestra disposición. Había quien probaba con unas latas y unos cables para calentar agua durante unos minutos pero la cola a veces era muy larga y no alcanzaba el tiempo para todas las muchachitas.
Pues ayer me tuve que bañar con agua fría, qué fría, ¡congelada! De haber abierto la pila primero y haber notado la ausencia de la caliente lo hubiera dejado para más tarde o calentado un poco de agua en la cocina. Pero no, ya estaba dentro de la ducha y a esa hora me traté de convencer de que una duchita fría una vez más en la vida era una buena medicina contra el desarraigo, pues mientras lo pensé y pensé me vinieron a la mente todos los recuerdos de la beca, de los amigos de entonces, de lo que añorábamos nuestras casas a la hora del baño. ¡Pero qué tortura, madre mía! Y los hielitos cayéndome arriba, yo dando saltos y bañandome en 2 minutos y los niños muertos de risa pensando que yo jugaba y me divertía...
No sabemos lo que pasó, quizá se rompió alguna tubería o qué sé yo. Lo cierto es que ya la arreglaron y que los hielitos, señores, los prefiero en el agua... de tomar.
3 comentarios:
qué valor agua, jajajaja
Bueno, hace poco pasaste un catarro, espero que esta ducha helada no te ocasione otro. Besitos.
Se te congelaron hasta las ideas...
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