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Hace un tiempo les comentaba sobre los temas y las fuentes principales en las que me apoyo para escribir en mi blog. Hoy recurro a una de ellas después de haberme quedado dormida junto con la niña, ayer viernes en su cama, haciéndole un cuento para que se durmiera ella y la que cayó rendida fui yo. Ni me acuerdo por qué parte del cuento me quedé... Me vine a despertar pasadas las 3 de la mañana de hoy sábado y resulta que ahora no tengo sueño, así que aprovecho. En aquel post les contaba sobre los bancos de fotos e imágenes, tanto online como personales, entre otras fuentes a los que me baso para escribir. Como hoy.
La imagen con la que comienzo el post de hoy me trajo muchísimos recuerdos cuando la vi... Me recordó las latas oxidadas de Nescafé de boca ancha que tiene mi papá allá en Cuba y que guarda en un rincón de la casa, llenas de tornillos, tuercas, arandelas, puntillas y como 50 etcéteras más, de todo tipo. A mí me encantaba vaciarlas en el piso y descubrir tornillos que debieron ser de cuando el ferrocarril llegó a Cuba. Bueno, claro que exagero un poco. Lo que quiero decir es que las latas famosas albergaban cuanto mi papá nunca se atrevía a botar, por si le servía después. Puede que las haya heredado de mi abuelo; tengo que preguntarle.
Mi abuela también tenía una caja de madera, viejísima, llena de botones de todos los colores y tamaños que me fascinaba. Encontrar dos iguales era una verdadera hazaña, eso sí. Por allá la guarda mi mamá aún, y la sigue "engordando" con el tiempo. Igual que mi papá las latas de Nescafé.
¿Qué me sucede ahora? Ah, que a veces extraño esos pequeños almacenes caseros más de la cuenta pues, cuando nos hace falta un tornillo especial, no tenemos ninguno y en las tiendas, generalmente, no venden uno solo sino un paquete con al menos 50 de ellos. Ya no, ya sabemos dónde comprar al mismísimo "por menor", pero entonces no tenemos el tornillo a mano cuando más hace falta.
Lo mismo con los botones: desde hace un tiempo perdí el último del abrigo de invierno, el primero de arriba, y no tengo otro igual ni parecido para sustituirlo yo misma sin pagar por ello. Entonces ya una no se cuestiona si comprar un botón o no en tal o mas cual tienda sino en comprar un abrigo nuevo, porque le empieza a buscar defectos, ya sea con respecto a la moda o a su utilidad. Pero un abrigo cuesta más que un tornillo y no son fáciles de coleccionar como estos últimos... Ahí entonces decido seguir con el abrigo sin un botón y seguir soñando con los de mi casa allá en Cuba. Total, si dicen que ya el invierno se está acabando... ¿Cómo hacen ustedes?
5 comentarios:
Bonita historia...cierto es ese afán consumista que te lleva a sustituir todo aunque falte algo...o a llevar ese hojal desilachado... sea invierno o verano
Abrazos
Ya el frio se está llendo. Aqui los domingos hay una cosa que le dicen el rastro donde kilometros de calles se llenan de gente vendiendo de todo. desde una tuerca vieja, hasta fotos de los años 40, vente y encontraras ese boton, lo juro
En Cuba yo tenía una lata redonda de galleticas, de aquellas con paisajes, llenas de botones de toda clase, como dices tú, nunca encontrabas dos iguales y rara vez utilizabas alguno de ellos. Esa lata estuvo conmigo hasta que salí del país.
Es muy bonito recordar cosas como esas.
Abrazos.
Yo en tu lugar cambiaria todos los botones si el abrigo puede ser utilisado otro ano mas y cambiando los botones parece otro abrigo.
Ibis
Oye, no solo en cuba, tambien mi abuela y mi madre tienen esas colecciones tan lindas de hilos, botones, listones, llaves, tuercas, tornillos, ganchitos....
todos ellos bien acomodados en sus latitas o sus botecitos de plástico. Muy bonito, me hiciste recordar otra faceta de mi abue.
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