martes, 27 de mayo de 2008

De manzanas y mangos...

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En estos días recordé los finales de los ochenta, cuando las manzanas aparecieron por primera vez en mi vida. Recuerdo la bodega de Estrada Palma y D'strampes, en el barrio habanero de Santos Suárez, en la que las comprara mi abuelo, cola de por medio. Mi hermano y yo formamos tremenda algarabía cuando las tuvimos en las manos. No se me olvida tampoco mi desilusión al probarlas: me supieron a rayos.

Años más tarde las encuentro muy sabrosas y ya sé que no hay manzanas de una sola "marca", como decía mi abuela refiriéndose a la variedad. Y, al menos las que compramos a menudo en Berlín, saben muy ricas y son jugosísimas.

Ahora sí, yo sigo prefiriendo las mangas blancas de la mata que había en el jardín de mi casa en Cuba (que hubo que tumbar por la tiradera de piedras constantes y los intrusos que a veces se metían en el patio de la casa con otras intensiones), los mangos huevos de toro y los mangos filipinos. Simplemente, los extraño. No he podido desarraigar su sabor, ni quiero.
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