Después de las disculpas que ofreciera el presidente venezolano Hugo Chávez a la canciller alemana Angela Merkel en la V Cumbre presidencial de América Latina, Centroamérica y Europa celebrada en Perú, ya puedo esperar cualquier cosa de los insultos diplomáticos entre mandatarios antes y después de los eventos. Al menos Chávez se disculpó esta vez, menos mal, y hasta le plantó un par de besos a la starke Frau. Ella le sonrió y no pasó de ahí la comparación con Hitler que le hiciera él. Si hubiera sido yo me hubiera reído también pero nadie le hubiera quitado de arriba algún regaño al sudamericano. Pero bueno, para eso estudian los políticos, para no caerse a piñazos ellos ni a bombazos los países por culpa de un par de oraciones mal ubicadas, creo yo.
A la Merkel la respeto muchísimo. De veras nadie pensó que llegara a donde ha llegado, una mujer nacida en Hamburgo (17 de julio de 1954) pero crecida en la RDA donde su padre ejerciera como pastor en un pueblo de Brandeburgo, al norte de Berlín. Ella es Doctora en Física Cuántica y, según la revista Focus, más del 70% de los alemanes están satisfechos con el mandato de Angie. De lo que más me alegro es de su cambio de look: antes tenía siempre los pelos chorreados, la ropa ajada y la cara con todos los gestos menos el sonriente. Ahora no, ahora tiene seguro un estilista que duerme a los pies de su cama, porque su peinado, el maquillaje y su ajuar de presidenta son impecables. Y sonríe, muy importante.
