De adulta una analiza con suma seriedad los estragos posibles al paso de un huracán, ciclón, tormenta tropical, rabo de nube o hasta soplido del mono. Pero "de muchacho", como decía mi abuela paterna, a una lo que le importa es bañarse debajo de la lluvia y chapotear un poco en el agua que la alcantarilla de la esquina no se pudo tragar. Una mira para abajo, para la piscina natural que se forma cuando ríos inesperados atraviesan calles y calles, loma abajo, hasta llegar a donde siempre se inunda el barrio. Una mira para el costado, para el frente, para atrás, a los otros niños que también juegan a bañarse y retozan tan desenfadadamente.
Pero de grande... de grande una mira también para arriba, pues el tanque de la casa (suerte que la de mis padres tiene uno) puede no resistir la embestida del viento y venirse abajo para hacerse pedazos él y todo lo que arrastre consigo. Después que costó tanto conseguirlo (léase tiempo, $dinero$ y esfuerzo) es un sufrimiento más quedarse sin envase propio para almacenar una parte del agua necesaria en una casa. Pobre gente entonces que las pierde completas... Hay Ike, mira a ver si te portas bien en lo que te queda de camino atravesando Cuba. ¡Y no le tumbes el tanque a la casa de mis padres, por tu madre!