viernes, 8 de agosto de 2008

Un susto con recompensa

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Creo les conté que mi suegra nos visita por un tiempo. No lleva ni dos semanas en Berlín y ha pasado hoy un susto tremendo. Les cuento. Resulta que mi esposo y ella fueron a una tienda de deportes a comprarme una colchoneta fina para hacer ejercicios. Al salir, mi esposo se adelantó y detrás, a pocos pasos, salió mi suegra. Pues empezó a pitar la barrera electrónica que detecta si alguien se ha robado algo de la tienda. Ella retrocedió, volvió a intentarlo, y de nuevo aquello empezó a sonar de mala manera.

La muchacha de la caja dijo algo, mi esposo se acercó con mi suegra -de más está decir que ella no sabe Alemán- y llamó por teléfono a los de Seguridad de la tienda. Vino un hombre, se acercó la cajera, y empezaron a pasarle a mi suegra, de arriba a abajo, un detector de esos que se usan en los aeropuertos. Revisa aquí, revisa allá, súbete la blusa, enseña la punta del blúmer, vuelve a revisar. Nada.

Mi suegra ya estaba nerviosa, nada más hacía repetirle a mi esposo "¡Pero si yo no tengo nada!", asustada. Fueron acorralando más el ruido y adivinen... en su bolsillo derecho, el chiquitico que tienen los jeans encima del lateral, había una pieza de plástico y metal de unos 4x1 centímetros de tamaño. El hombre que la revisaba le preguntó a mi esposo cuándo y dónde había comprado el pantalón. Él le preguntó a mi suegra, que seguía sin entender nada, y ésta dijo "¿Este pitusa? ¡Aquí en Alemania, hace dos años, cuando vine en el 2006!". Eso era, señores. Las piezas y objetos que "esconden" las tiendas en la ropa para detectar a los ladronzuelos al salir le hacen pasar un mal rato a cualquiera.

Aclarado todo se disponían a salir de la tienda cuando la cajera los volvió a llamar. Les pidió disculpas y le regaló a mi suegra una caja de bombones Milka. Cuando mi esposo me contó yo me dije "¡Ese es el post de hoy!". ¿Y él qué me dijo? "Le dije a mami que dejara la cosita esa en el pantalón y que fuera otro día para que le volvieran a regalar chocolates". Estos cubanos... ¡siempre están en el invento! Jajajajaja. A mí lo que más me gustó de todo no fueron precisamente los bombones -que me encantan, por cierto- sino el gesto y las disculpas. ¡Es tan bonito reconocer cuando uno no tiene la razón!
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