El deporte nacional
Por: Lelé Santos, columnista invitado
Por: Lelé Santos, columnista invitado

© flickr/Smite
El dominó solo necesita cuatro personas -para jugar entre dos parejas-, se puede jugar de noche -con una lucecita basta-, bajo un buen aguacero o en un ciclón -si es dentro de una casa-, no requiere de un terreno o lugar espacioso -solo una mesa y cuatro sillas-, no necesita pelota, bate ni guantes o, últimamente, una chapa de botella y un pedazo de palo, no hay que esperar por nueve innings durante más de 2 horas y media hasta que termine, no hay que aprenderlo en la escuela ni entrenarse o dedicarse por completo para dominarlo, no hay que sudar cayéndole atrás a una pelota o corriendo entre las bases, no provoca lesiones, y lo más lindo del caso, lo pueden jugar personas de todas las edades y sexos.
La pelota sigue siendo, al menos oficialmente, el deporte nacional. Hay series nacionales y afuera poseemos todos los títulos habidos y por haber. Un niño nace con una pelota o un bate en la mano y antes de decir "mamá" dice "estrái" ¿Pero qué me dicen del dominó?

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¿Vieron cuántas ventajas tiene? ¿Podrán jugar pelota una mujer embarazada o un bisabuelo? En la concreta, el dominó se juega más y se aprende en la calle. Cualquiera escogería una soleada tarde de domingo, después de almuerzo, para jugar dominó en la acera, debajo de una mata de almendras, y así de paso se entera de los chismes de la calle y piropea a aquella muchacha que acaba de pasar por la acera del frente. Nadie jugaría pelota a esa misma hora en un terreno enfangado (recuerden que los sábados siempre llueve) para sudar y gastar tantas energías acabado de almorzar, queeeé va.
El dominó en Cuba es distinto al del resto del mundo porque absorbe la idiosincrasia del cubano. Y si no es así no lo jugamos ni nos gustaría verlo. La diversión y la gozadera de jugar dominó vienen por toda la bulla que se forma, las frases que se dicen, los ruidos en la mesa, las trampas, la gente de afuera que opina y se mete en el juego sin que los llamen, y si es en la calle, mejor, y si hay mucha gente esperando por entrar, maj mejol ento'avía.

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No me imagino a dos parejas de ingleses jugar dominó, fríos y pausados, cuando al final de la data uno de ellos diga "Acabo de poner la última ficha y con ello nuestro juego termina, ha sido un gusto haber jugado con ustedes". Nananina. Aquí decimos: "Me pegué, que venga otro muerto que sepa más".
Ese es el dominó de la calle, que te insulta, te pone en aprietos, te tensa todos los músculos y te obliga a cambiar de parecer con cada jugada si no quieres que el contrario conozca qué tienes y cuáles son tus intenciones. El dominó es guerra, y en la guerra se vale todo. Lo interesante es lograr que la pareja contraria crea otra cosa pero sin despistar a tu pareja porque sino es peor el remedio que la enfermedad.

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Así fue como nació el agacha'o. La salida y, en general la del contrario, la mata cuando le parece y cuando menos lo espera el rival, guarda pan pa' mayo, nunca se queda cojo y al final vira la tortilla a su favor y se pega. Ha dado buenos resultados pero hay que saber hacerlo bien, y no importa que se gane la mala fama de todos porque digan que así no se debe jugar. A un amigo mío le decían "el buzo", porque era tanto que se agachaba que ya no era debajo de la mesa sino por debajo del agua, estilo submarino. Vale todo.
En un juego donde las fichas te tocan, como el pan, y siempre quedan quince fuera, todo depende de qué tiene cada uno, que siempre es distinto a la vez anterior. Hay que saber jugar pero prima la suerte pues juegas según tengas. Una vez cogí seis dobles, otra cuatro dobles durante cinco datas seguidas, en una tuve albergado el doble-nueve siete datas seguidas. ¡Así no hay quién gane! Y el colmo, un día perdí con 8 cincos porque el mío se equivocó al final y me tiró el partido pa' la tonga. Tu pareja tiene que apoyarte en todo momento, dar su vida si es preciso.

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Según su nombre, gana el que domine, el que se pegue, el que juegue todas sus fichas y no se quede con ninguna, y eso pasa poco. Lo normal es que se tranque el juego y que gane el que tenga menos puntos, el más bajito. Por tanto ¡a botar la gorda! También da mala fama ese estilo de juego pero uno lo acepta, "seré un botagorda pero te gané, cadáver".
Por eso siempre viene el infarto en un buen partido de dominó cuando, el que se cree ganador, tranca y grita a todos los vientos que está bajito y vira con tremenda furia su única carta: blanco-seis. El de arriba, tranquilito, con sus cuatro cartas bocabajo le dice al otro contrario:
- El tuyo no gana con esa mierda, suma todo eso que perdieron -y una por una, vira el doble-blanco, el blanco-uno, el blanco-dos y el uno-uno ¡cinco kilos en cuatro cartas!
- Así es como único me ganas, virándote bajito -le dice el doliente.
- A llorar a Maternidad de Línea.

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En Cuba el dominó tiene su riqueza y es único. Tenemos varios tipos de modalidades y juegos: hasta el doble-nueve, hasta el doble-seis (ese se juega de Villa Clara a Guantánamo), y la longana, el roba'ito, el uno contra uno, la guerra, en parejas, por solo citar las variantes más comunes. Cuba ha sido campeón mundial varias veces en la modalidad de hasta el doble-seis. Pero esos torneos no tienen la sandunga del dominó de la calle.
Soy un loco al dominó pero así mismo defiendo su juego sin señas, trampas o interés de por medio. Se puede jugar a lo cubano y nada de eso hace falta para ganar, ¿verdad? Hay que jugarlo sano y si de verdad te gusta, entonces lo vas a disfrutar siempre.